Crónica de un Festival
Primavera Sound 2022. Una crónica de Prudence y Prudente (III)







Sábado, 4 de junio
Ferran Palau nos acoge con un concierto tranquilo, bonito y con una intensidad propia de aquél que propone algo de sonido intimista pero sabe manejar los ciclos de calma-caña como ha demostrado perfectamente con formaciones como Animic. Concierto tierno, en familia pero en escenario grande y con la gente feliz y contenta de estar escuchando esto en una tarde agradable como la del sábado, en la que ya se acusan huellas de desgaste por el festival.
Y así acabamos nuestra experiencia en esta edición del Primavera Sound en BCN, que parece que podría ser la última







Y llega el momento de una de las bandas más veteranas del festival, con los Einstürzende Neubaten. Los berlineses, precursores del dadaísmo y la electrónica en los 70, flipan a una audiencia que no esperaba lo que iban a recibir.
Instrumentos poco convencionales, presencia entre glammy y hardrockera dependiendo del miembro de la banda y un sonido magnífico y sideral que establecería las bases de mucha de la música de las décadas posteriores. La verdad que para servidores fue un disfrute y nos hizo felices haber visto a estos grandísimos músicos hacer lo suyo, buena música experimental.
Jawbox era uno de los targets del sábado. A Prudente, aquí presente, este concierto le retrotraía a cuando tenía 18-20 años y toda la vida por delante para hacer el punki. Fue muy emocionante ver a esta banda que tan feliz, irónicamente, le había hecho a base de post HC y Emocore cargados de sentimientos desesperantes. Estuvieron a la altura y repasaron un repertorio cañero y melódicamente precioso con esos ramalazos a lo Hüsker Dü que les caracterizaron siempre. Si pusiéramos una pega es que podían haber sonado más potentes, algo más de volumen no hubiera estado nada mal para reforzar la vertiente más ruidosa de los de Washington DC.
Abbath nos acercó un poco al frescor hivernal de bosques noruegos, habitados por espíritus enfadadísimos, con algo de black metal, que ya había ganas de headbangear siguiendo un doble bombo. Una banda muy solvente para el directo. Su cantante es una bestia salida del infierno, su base rítmica un tren de mercancías y el guitarra deleita machacando solos de heavy clásico, acelerados para embutir dentro de la apisonadora que es la banda. Divertísimo concierto en que pudimos dar rienda suelta a las ganas de metal que sabíamos que se nos quedarían si no íbamos a ver a Napalm Death.
Si querías ver a Napalm o a Bauhaus, había un problema. El ilustrísimo caballero Nick Cave and the Bad Seeds, venía a ofrecer una bestialidad de concierto en el que sudaría a mares, haría llorar al público y emocionaría hasta a las gaviotas que estuvieran cazando palomas por ahí. Aún en sus temas más estilo crooner clásico a lo Sinatra, estaba implícita esa intensidad del punk más sincero. La multitud en trance, un gigante del escenario con desgracias recientes conecta con el público como sólo hacen sólo unos cuantos y se producen los milagros del directo.


Se van sucediendo los temazos como From here to eternity o the Mercy Seat, respaldados por una gran banda, con coros gospel, y nos transporta desde lo más íntimo al punk más descarnado. Llega el momento de la verdad, se sienta al piano y con magia propia canta Into my arms poniendo la piel de gallina al más pintado y haciendo rodar lágrimas por la cara de buena parte del público. Concierto para el recuerdo.
El bueno de Damon Albarn venía con una gran banda, muchas colaboraciones ilustres- Mos def, Fatoumata Diawara, Hypnotic Brass Ensemble, De La Soul…- y sus monitos espaciales con Gorillaz. Hasta el bueno de Robert Smith se convirtió en una Luna terrestre en ese escenario. Damon en chandal se paseaba con buena onda tocando de todo y viajando del dub y el dancehall hasta el rap y el funk. Aquello era un concierto coral, un espectáculo cósmico, llevado al cénit por un maestro de ceremonias que ha sido de todo a sus cincuenta y cuatro años con cara de adolescente. Qué jodida caña de concierto, había que decirlo…
Tyler, the Creator venía especialmente recomendado por un colega que sabe de qué habla. Solo, en un escenario que recreaba algún jardín del Edén, este rapero americano afrontó, dominando el percal, una hora en la que nos hizo bailar, nos hizo reir y jugar y, de paso, nos cogimos el puntillo que nos había faltado el resto de días: momento de refrescar el gaznate a base de bien en este fin de fiesta.


Todo un jefazo el señor Tyler, desde luego, un divo del hip hop a la altura de Tupac o Notorius Big. A todos nos asaltó la duda de si se quitaría su sombrero de ruso en algún momento, pues sumado a la fuerza con la que aborda sus actuaciones, hace que sude a chorros. Magnífico cierre de la noche habiendo movido el culo con sus ritmos, desgraciadamente no sería el concierto del que podamos hacer una reflexión musical más seria y sosegada. ¡Subidón, subidón!
Y así acabamos nuestra experiencia en esta edición del Primavera Sound en BCN, que parece que podría ser la última. Contentos por las bandas, mosqueados con los déficits en las barras, las apps y los transportes y esperando ver de nuevo a los grandes grupos que hemos disfrutado y pudiendo reencontrarnos con los que han fallado o a los que nos hemos perdido en un futuro próximo.